martes, 19 de abril de 2011


Brindis por un bello recuerdo

De repente mis ideas comenzaron a girar de nuevo, cientos de imágenes como proyecciones pasaban por mi cabeza, sin detenerse, como si nunca hubiera un fin, tan rápido, tan rápido, tan rápido y....todo se apagó.
Me quedé un momento en silencio, así, en la oscuridad apunto de llorar, con los ojos bañados en lágrimas y el corazón latiendo rápido, sólo sentía como un nudo en la garganta se formaba y como todo lo que creí que conocía se iba extinguiendo lentamente. Quisiera saber tantas cosas, entender un par y que no me importara todo el resto; sin embargo, eso es algo que yo no puedo cambiar, no está y nunca estuvo en mis manos. 
Me he dado cuenta después de tanto tiempo, que nada de lo que está aquí conmigo se queda para siempre, al menos no tal y cual lo conozco, se queda una esencia, un recuerdo, una nota o un deseo, cambia, se transforma para hacerse eterno; después de tanto, he logrado entender que la única forma de que algo dure para siempre es que uno mismo lo inmortalice. 
Quiero inmortalizar en mi memoria el más bello recuerdo, la más dulce de las notas, el aroma más delicioso de todos, la más suave de la música; quiero tener para siempre mi pasión más grande, el mejor sueño de todos, el más intenso de mis deseos...quisiera ser siempre así como quiero, sin nada que me doble, sin tener que ser diferente porque así se me amerite. 
Y regresé a la oscuridad de mi habitación, me encontré llorando en soledad, con lágrimas llenas de dolor, hasta que no pude más y me quede en silencio, volviendo a ver esas imágenes correr; recordando la verdadera razón de mi estado, ¿Acaso era el sentir soledad, incomprensión, quizá fracaso?, quizá era todo o nada, pero la rabia que sentía la fui esfumando, como la espuma de las olas al tocar la playa.
Entendí que no podía controlar todo en mi vida, siempre habría algo aleatorio que desconocería y que por más que quisiera no lograría saber nunca; entonces realmente no existe razón para estar así.
Me duele ver que lo que me importa, no le importa a alguien más, que no le da el sentido que merece, el lugar que necesita, pero de nuevo, eso no lo puedo controlar, no es mi responsabilidad y por lo tanto no es mi culpa. Exacto, sentía culpa, una que me adjudicaba de manera automática, nada imparcial y por ello siempre sufría por cualquier cosa.
Entonces mi llanto se convirtió en orgullo, en una sensación que me daba fuerzas para saber que yo valía todas y cada una de las cosas que en adelante haría, que ya no me preocuparía por lo que vendría y que no podría detener, ni tampoco sufriría por las personas que no podría retener en mi vida; las que se quieran quedar siempre serán bienvenidas, las que se van, porque así lo deciden, siempre serán recordadas por lo mejor que me brindaron, y las que se van, porque el destino las arrebató de mi camino, las tendré más que presentes, estarán conmigo todo el tiempo que me quede.
Bien dicen que el dolor es inevitable y el sufrimiento opcional. Uno no puede evitar el dolor que un suceso o una acción causan, no puede evitar ese dolor casi instantáneo al ver o saber algo que hiere; pero sufrir por ello, significa recordarlo y revivirlo constantemente, significa inmortalizarlo y hacértelo eterno. No sé si exista vida después de la muerte, si haya algo más allá de esto que todos conocemos, sólo sé, que nuestra estancia aquí, como la conocemos ahora está contada, que tiene un término que nadie conoce; por lo tanto, tendremos que aprender a inmortalizar lo que se merezca ser inmortalizado, a cargar toda nuestra vida aquello que nos merezca todo el tiempo; lo "bueno" que nos guíe y nos dé fuerza, y de lo "malo", sólo aquello, que tenga que estar ahí para recordarnos que vendrán mejores tiempos, para recordarnos nuestros mejores cambios, la mejor o peor de nuestras decisiones, en resumen, aquellos que nos recuerdan las lecciones que hemos aprendido.

Allí, una foto de un tiempo en el que, uno de mis más bellos recuerdos fue forjado. Memorable, eterno.
Lollipop

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